competicion payasaNo nos engañemos…. aunque a menudo se nos llena la boca alegando que subimos al escenario con el único motivo de que el público pase un rato ameno, no debemos ocultar la necesidad de reconocimiento por el trabajo que realizamos.

Con esta sed de reconocimiento, una reacción normal es la de compararnos con los demás y que esa comparación inocente corra el riesgo de convertirse en competencia malsana.

La pregunta de nuestras comparaciones suele ser:

¿Quién es mejor? ¿Él / Ella o yo?

 

Facebook es una máquina de fabricar depresiones porque sale gente que parece vivir en un mundo de rosas casi sin esfuerzo mientras que al resto de los mortales nos cuesta tanto el día a día y nos tenemos que esforzar tanto para salir adelante.

Podemos llegar a envidiar el éxito ajeno a pesar de lo patético que esto pueda parecer.

El mundo del payaso, y el del arte en general, no se escapa de la realidad llena de envidias y a veces fingimos compartir la alegría y el entusiasmo del éxito de los demás por ser lo políticamente correcto.

Competición con los demás

No soy una persona competitiva, pero reconozco que hasta hace poco tenía la tendencia natural a compararme con los demás de forma “poco virtuosa”. No comparto, aunque respeto, la pasión que otros tienen por las competiciones deportivas…y nunca he entendido cómo alguien se puede considerar mejor que otro cuando en el fondo no hay nadie mejor ni peor… todos somos diferentes y ni siquiera nacemos con las mismas oportunidades.

Pero bueno…. dejémonos de historias, lo importante es la conclusión a la que al final, tras muchos años, llegué:

La competición es sana siempre que sea con uno mismo.

En una competición puedes ganar de dos formas distintas:

  • porque el otro pierde.

Si compicompeticion3tes con un niño o con una persona que no es de tu nivel (sin tu experiencia y/o aptitudes) no obtienes ningún tipo de satisfacción… estas victorias solo son plato de aquellos que buscan recompensas fáciles y la satisfacción que proporcionan es muy efímera de forma que las dudas sobre uno mismo no tarden en reaparecer.

  • porque has dado lo mejor de tí.

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Esto sí que es sano porque el competidor constituye una fuente de superación parecida a las liebres en las carreras de galgos. Hay deportistas que abrazan a sus competidores con mucho cariño y agradecimiento cuando ganan porque saben que sin la presencia del otro, el ganador no habría salido de su zona de confort y no se hubiera esforzado lo suficiente.

En esta situación puedes ganar aun perdiendo.

Si te superas, ganas,

…y cuando ganas de verdad es cuando notas que te has convertido en una persona mejor.

Eso es válido en cualquier ámbito. El famoso chef Ferrán Adrià, por ejemplo, siempre dice que jamás debemos obsesionarnos con ser mejores que los demás sino en ser mejores de lo que éramos ayer.

Cuando te concentras en tu propia evolución la competición no existe porque la pregunta “¿quién es mejor?” se transforma en “¿qué puedo aprender de él / ella?

Cuando tomas consciencia de tus éxitos, empiezas sentir alegría por el éxito ajeno porque te muestran un mundo de posibilidades hacia que te puedes acercar siempre a cambio de trabajar contigo mismo.

Moraleja

Si te comparas con otro payaso, que sea para crecer y convertirte en un mejor artista.
Aprende de él, usa tu “frustración” para superarte y agradecerle por mostrarte una nueva vía de crecimiento.

“No determines tu éxito comparándote con los demás,
mejor que lo determines comparando tus logros con tus capacidades «.

Zig Ziglar